Tuesday, June 28, 2005

Primer Round

« El objeto del deseo seduce al seductor y lo obliga a crear artificios de seducción que convierta a esta en un acto mutuo. El objeto del deseo seduce sólo si existe una atracción inmediata, repetida y misteriosa.»

Leía Ramona en la tesis de maestría de José, ya en los últimos detalles.
—Este café es una mierda—, para los ojos del mundo esta es sólo otra mañana típica de la premenstrualidad ramoniana. Probablemente no el mejor momento para leer sobre filosofía posmoderna pero urgía entregar a última revisión y sus notas y comentarios al texto eran importantes para José.
—Por más que intento modificar la forma de hacer café, creo que inevitablemente refleja un poco de mi—, respondío taciturno adormilado.
A Ramona le encantaba hacer encabronar a José y después abrazarlo en su estado más vulnerable.
—Pues me extraña que después de tanto tiempo muestres tanta incompetencia en algo tan sencillo—, le espetó.
—No voy a pelear por el puto café…—
—No, si no estoy peleando, seguiré haciendo el café yo misma—
—¿Terminaste?—, tranquilo en su voz pero furioso en su mirada evasiva (siempre evita mirarla cuando se enoja).
Ramona se talló la frente, —no puedo leer así, necesito café, me siento mal y a ti sólo te importa el texto al que le has dado la vuelta tantas veces, más bien ¿Terminaste tú?
—Ya me tengo que ir—, José le cerró casi en los dedos la laptop que guardó en su mochila.

El siguiente paso es muy delicado. Es el momento de decidir si lo sigue provocando o le acaricia el cuello, le embarra su cuerpo y lo seduce hasta hacelo lamer el pegajoso sudor de su pecho.
—Nos vemos en la noche—, pasó junto a ella casi en la salida.
—¡NUNCA! Te largues sin decirme que me quieres—, lo detuvo.
Al pie de la puerta, como cachorro, José recarga su frente en el hombro de Ramona, él nunca se iría sin decirle que la quiere pero también sabe que no puede romper el ritmo natural de las cosas; estirar y aflojar, estirar y aflojar, eso le da dinamismo a su amor. Se besaron apasionadamente, sin avisar metió su mano entre las suaves piernas de Ramona. Ella dejó salir un breve gemido.
Tan repentino como empezó se acabó, —Ahí te quedas bien caliente, te amo.

Durante el día, Ramona fotografió, comió, bebió vino. Nunca más de dos copas si está sola. Con los años ha descubierto que hay cosas de la vida que sólo las disfruta a lado de José. Beber es una de ellas. Hoy hace 5 años y 7 meses José la obligó a amarlo hasta la locura. No es que 5 años y 7 meses tuvieran algo de especial, en realidad lo especial era celebrar bajo cualquier pretexto todos los días 17. El día 17 días fue su cumpleaños, José le regaló para esta noche una botella de poderoso Syrah. Otras celebraciones son: el día 17 que se encueraron pero no tuvieron sexo, el día que ella le regaló “corazón tan blanco” o incluso la mañana de 17 que el llegó con un anillo de cristal de Murano para pedirle que vivieran juntos. A decir verdad, fue ella quien se lo pidió primero, también en un día 17, un mes después él formalizó. Algunas otras románticas obsesiones enmarcaban su relación. Esa tarde, sin embargo José simplemente no apareció. No es que Ramona tuviera especial exigencia por la puntualidad, lo extraño era lo inusual, la imposible impuntualidad de José. Naturalmente y después de un breve enojo Ramona se preocupó. Al punto de las lagrimas y un desagradable sabor amargo en la boca. Respiro y pensó.

La curvatura perfecta

Su primer retrato lo hizo a un huevo en el refrigerador. Paseo durante horas por la casa buscando un objeto de deseo. En su entender, necesitaba formas puras y redondas. Tras largo rato en la cocina, un huevo pareció ser por mucho la mejor opción. Fue un ejercicio poco alentador. Pasaron muchos años para que entendiera que una buena imagen requiere un mínimo de técnica. La idea de las formas puras y redondas regresó mucho después. Fue frente al espejo. Pero claro, fotografiarse bien los senos y las nalgas es como intentar lamerse el codo. Buscó entonces senos y nalgas de otros, por supuesto, muy redondos. Cualquier momento del día era bueno para buscar la curva perfecta. Los dieciocho son muy inquietos en todos sentidos. Son agotadores y radicales, más si se trata de una mujer apasionada como Ramona. Durante ese año redactó varios manifiestos de vida. Concluyó entonces que que fotografiar era como hacer el amor. Primero seducir, después penetrar. Respaldaba su dogma con el hecho de que al fotografiar sudaba a chorros, grande gotas saladas, redondas y perfectas que nacián detrás de su oreja, pasaban por el cuello cuello y desembocaban en la espalda baja. Ser su modelo requería de paciencia. Ramona encontraba gran placer sólo de mirar por el lente. La óptica le permitía ir al detalle en la piel, penetrar en la textura de los poros, apreciar las aterciopelada vellosidad de un ombligo y definir planos en la voluptuosidad de un muslo interminable. Encontrar la curva perfecta en un seno encumbrado por un pezón rosa y erecto. Imaginaba los labios húmedos de su amante. Su secreto era la autoseducción y el acto fotográfico era el verdadero principio estimulante que pocas veces llegaba a consumar con el sexo.

Ramona y José


“…porque  eres linda desde el pie hasta el alma
porque  eres buena desde el alma a mí…”

Corazón coraza, Mario Benedetti.

Ramona, después de mucho buscar, encontró a José, de nombre simple pero sentimientos complejos. Noble y ante todo leal a Mona, como la llama cariñosamente.

José es hombre de convicciones, terco sería un mejor adjetivo. A Mona le encanta eso, no por sentirse identificada con su terquedad sino por la especial admiración que siente por la “tenacidad” de José.

Por amor se han descubierto viviendo la vida que siempre soñaron, el mundo un día despertó a sus pies.

El es periodista y ella fotógrafa, mejor pareja no pudo juntar el destino. A ella le encanta el vino y la comida, lucho por meses contra la obesidad que a él nunca le incomodó pero que ahora agradece, sobre todo cuando en la cama le toca abajo.

Él, de complexión más bien delgada, bebedor de Whisky (escosés, claro), mantiene un detallado análisis de todo lo que le rodea. El agua del café, no debe hervir ya que pierde propiedades que el oxígeno liberado posee. La regadera, orientada siempre en un ángulo descendente de 40 grados, debe proveer de agua constante a 38 grados, menos un grado despertaría su ciática crónica, más uno, le hincharía las pelotas, o más bien se las pone aguadas.

La tapa del inodoro debe permanecer cerrada y cuida siempre de tener todo dispuesto y en orden. Prefiere ir al baño en casa, incluso a orinar pues extrañamente José fue educado a la europea y se sienta para mear.

Ramona en cambio disfruta de su propio hedor. Un sábado “en su caldo” le resulta divertido, es la única situación en la que José olvida su pulcritud y despierta a su "yo" sexual. Muy animal, muy dormido a veces.

Para un hombre tan ordenado, no sólo en su persona sino en su organización mental, es muy común dar órdenes, disponer de las voluntades e incluso parecer un egoísta-egocéntrico sin remedio. Ramona ya no le toca el tema desde aquella mañana de enero cuando literalmente ardió Troya con la devastación de Trafalgar y por poco tomaron prisioneros al más puro estilo del Viet Cong. Aquel día diecisiete decidieron jamás pelear otra vez. Desde entonces los juegos de seducción definen las batallas. 

No es extraño que después de tantos años juntos, no sólo sigan enamorados sino que juguetean en la cama como la primera vez. Mona sabe que la oreja es como la cerradura de la voluntad de Pepe, como sabe también el efecto nefasto que consigue al llamarlo “Oye, mi amigo Pepe”. 

Ramona ha fotografiado el mundo desde los 18 años, cuando descubrió por primera vez la seducción. Es difícil imaginar como alguien puede saber tanto de la vida y haberla vivido por tan poco tiempo. José sabe que a Ramona se le llega por los ojos y los pies.