« El objeto del deseo seduce al seductor y lo obliga a crear artificios de seducción que convierta a esta en un acto mutuo. El objeto del deseo seduce sólo si existe una atracción inmediata, repetida y misteriosa.»
Leía Ramona en la tesis de maestría de José, ya en los últimos detalles.
—Este café es una mierda—, para los ojos del mundo esta es sólo otra mañana típica de la premenstrualidad ramoniana. Probablemente no el mejor momento para leer sobre filosofía posmoderna pero urgía entregar a última revisión y sus notas y comentarios al texto eran importantes para José.
—Por más que intento modificar la forma de hacer café, creo que inevitablemente refleja un poco de mi—, respondío taciturno adormilado.
A Ramona le encantaba hacer encabronar a José y después abrazarlo en su estado más vulnerable.
—Pues me extraña que después de tanto tiempo muestres tanta incompetencia en algo tan sencillo—, le espetó.
—No voy a pelear por el puto café…—
—No, si no estoy peleando, seguiré haciendo el café yo misma—
—¿Terminaste?—, tranquilo en su voz pero furioso en su mirada evasiva (siempre evita mirarla cuando se enoja).
Ramona se talló la frente, —no puedo leer así, necesito café, me siento mal y a ti sólo te importa el texto al que le has dado la vuelta tantas veces, más bien ¿Terminaste tú?
—Ya me tengo que ir—, José le cerró casi en los dedos la laptop que guardó en su mochila.
El siguiente paso es muy delicado. Es el momento de decidir si lo sigue provocando o le acaricia el cuello, le embarra su cuerpo y lo seduce hasta hacelo lamer el pegajoso sudor de su pecho.
—Nos vemos en la noche—, pasó junto a ella casi en la salida.
—¡NUNCA! Te largues sin decirme que me quieres—, lo detuvo.
Al pie de la puerta, como cachorro, José recarga su frente en el hombro de Ramona, él nunca se iría sin decirle que la quiere pero también sabe que no puede romper el ritmo natural de las cosas; estirar y aflojar, estirar y aflojar, eso le da dinamismo a su amor. Se besaron apasionadamente, sin avisar metió su mano entre las suaves piernas de Ramona. Ella dejó salir un breve gemido.
Tan repentino como empezó se acabó, —Ahí te quedas bien caliente, te amo.
Durante el día, Ramona fotografió, comió, bebió vino. Nunca más de dos copas si está sola. Con los años ha descubierto que hay cosas de la vida que sólo las disfruta a lado de José. Beber es una de ellas. Hoy hace 5 años y 7 meses José la obligó a amarlo hasta la locura. No es que 5 años y 7 meses tuvieran algo de especial, en realidad lo especial era celebrar bajo cualquier pretexto todos los días 17. El día 17 días fue su cumpleaños, José le regaló para esta noche una botella de poderoso Syrah. Otras celebraciones son: el día 17 que se encueraron pero no tuvieron sexo, el día que ella le regaló “corazón tan blanco” o incluso la mañana de 17 que el llegó con un anillo de cristal de Murano para pedirle que vivieran juntos. A decir verdad, fue ella quien se lo pidió primero, también en un día 17, un mes después él formalizó. Algunas otras románticas obsesiones enmarcaban su relación. Esa tarde, sin embargo José simplemente no apareció. No es que Ramona tuviera especial exigencia por la puntualidad, lo extraño era lo inusual, la imposible impuntualidad de José. Naturalmente y después de un breve enojo Ramona se preocupó. Al punto de las lagrimas y un desagradable sabor amargo en la boca. Respiro y pensó.
No comments:
Post a Comment